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Dicen que el Tao es la abuela de Dios. Se dice, también, que el taoísmo es el más antiguo de los sistemas religiosos, aunque definirlo como una religión sería reduccionista. Menos conocido es el funcionamiento de su alquimia espiritual, de la que apenas nos ha llegado una somera comprensión de sus símbolos más populares. Chang Po-Tuan, gran patriarca taoísta del siglo XI, dedicó su vida a expurgar todos los elementos supersticiosos de las prácticas taoístas. Sus enseñanzas alquímicas tienen como objetivo alcanzar la reunificación del yo fragmentado para reconstituir así nuestra plenitud original y volver a convertirnos en seres humanos completos. El texto se acompaña del lúcido comentario del maestro del siglo XIX Liu I-Ming, que aclara el significado de los símbolos alquímicos, explicando imágenes tan crípticas como el «Elixir de Oro», el «horno de jade», el «proceso de combustión» o el «plomo verdadero», de modo que los lectores puedan identificar las ideas y símbolos clave en su práctica espiritual. El erudito Thomas Cleary, ya en el siglo XX, puso luz con su traducción a toda la oscura terminología que a menudo vuelve incomprensibles los antiguos tratados taoístas.