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En una lejana y un tanto idealizada Edad Media, Narciso y Goldmundo recrea la confrontación entre dos elementos básicos de la naturaleza humana: el racional y el instintivo, lo consciente y lo emotivo, la ciencia y el arte. Narciso, monje con una inteligencia fuera de lo común, encarna el rigor idealista, el espíritu ascético, la claridad. Y Goldmundo, joven inocente que ingresa en el convento por designio paterno, es el alma artística y errante, sumida en un problema terriblemente trágico, atraída por el humor mundano y la pasión de vivir. Inseparables en su amistad, deberán recorrer diferentes caminos. Así, las vidas paralelas del religioso Narciso y el vitalista y mujeriego Goldmundo invitan indudablemente a la reflexión sobre los diversos aspectos de la condición humana. Narciso encarna el rigor idealista, el espíritu ascético, la claridad; Goldmundo es el alma artística y errante atraída por el amor mundano y la pasión de vivir. Su enfrentamiento es una alegoría de los dos componentes básicos de la personalidad.