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Ninguna persona que haya estado en la sala de Iniciación de la Villa de los Misterios, a las afueras de Pompeya, no puede sino haberse maravillado de la simplicidad y belleza de los frescos, pintados en el año 80 a. C., que adornan las cuatro paredes de la estancia. Cada escena representa una, dos, o acaso tres figuras que, a pesar de dar la impresión ser retratos de personas reales, fueron pintados con el fin de escenificar la secuencia de un drama coherente y complejo. Se trata de la representación visual de un mito y, a la vez, de la puesta en escena de un ritual de iniciación dionisíaco de la época romana dedicado a las mujeres.
Linda Fierz-David dedicó toda su vida a la interpretación de esta obra. Siguiendo el método de la psicología junguiana, cada escena es dilucidada con todo detalle y llegamos a conocer las diferentes fases del desarrollo emocional anímico por las que muchas mujeres de la Antigüedad tenían que pasar cuando se iniciaban en este ritual, guiadas por otras mujeres mayores y expertas que ya habían pasado por la experiencia de los «misterios dionisíacos».
Prólogo de Enrique Galán Santamaría